¿Es posible que en el siglo XXI, en plena ebullición de lo digital, cuando las tareas más imposibles del mundo se reducen a un sólo clic, queden nostálgicos en la fotografía? ¿Personas que recuerden con una sonrisa el chasquido del carrete y el consiguiente proceso de revelado? Tal vez pocos, pero quedan. La melancolía analógica permanece viva entre muchos fotógrafos.
El autor del blog Detrás de la lente recoge varios motivos por los cuál amar la fotografía analógica, de los que podemos rescatar los siguientes:
-Las películas tienen un rango dinámico mayor que el del soporte digital, lo que evita errores de exposición.
-Los sensores digitales aplican la llamada interpolación Bayer, que divide la imagen en píxeles, y esto puede ocasionar errores como ruido o halos.
-Una buena película tiene una reproducción del color mucho mayor.
-El coste del revelado hace que en analógico tomemos menos fotografías que en digital, lo que elimina el tiempo posterior dedicado a la selección y el descarte de decenas de fotos inútiles.
Pese a estas ventajas, no cabe duda de que la era de las pantallas ha llegado a nuestras vidas para quedarse y arrasar con ellas. Las viejas cámaras fotográficas se ven condenadas al olvido o al museo, y nosotros, los nostálgicos, a revolver Internet buscando pilas y accesorios extintos. Entre tanto, siempre podremos disfrutar con algunas de las joyas que este tipo de fotografía nos ha regalado durante su existencia:
(Henri Cartier-Bresson)
(Jacques-Henri Lartigué)
(Cecil Beaton)
"¿Qué sería del arte si la pintura estuviera destinada al acrílico porque súbitamente el óleo desapareciera del mercado? ¿Qué pasaría con Antonio López si le arrebataran sus pinceles? ¿Qué sería de Madrid sin la aportación de Castro Prieto, García Rodero o García Alix?
La vida de un fotógrafo -como la de todo artista- es sumamente sacrificada y la carrera en sí misma es más de dolor que de satisfacción. Hemos comprendido que crear es una necesidad vital, hemos estado dispuestos a luchar contracorriente, a gastarnos todas nuestras pelas en materiales aunque luego nadie nos compre la obra, en fin, hemos estado dispuestos a morir en el intento.... ¿Es justo que ahora nos corten así la cabeza? Creo que eso también es violencia y veo con tristeza que nadie lo denuncia, que han conseguido enmudecernos".
César Saldívar en El País